viernes, 18 de octubre de 2013

Catalina GP, el TT yanquee




Durante gran parte de la década de los 50 la costa oeste de EEUU tuvo su particular Tourist Trophy. Se celebraba en la pequeña isla de Catalina y para asistir había que embarcarse con la moto en los ferries que salían de Long Beach en Los Angeles. Veintisiete millas más tarde alcanzabas el destino, un intenso fin de semana de carreras (el primero de Mayo) que sacaban del letargo una vez al año este  aburrido islote del Pacífico. Fueron ocho las ediciones del Catalina GP (51-58) y el evento acabó muriendo de éxito, la isla no pudo gestionar la avalancha de pilotos y espectadores y menos las juergas monumentales que se corrían los gangs moteros que se dejaban caer por ahí. En una de ellas le dieron una soberana paliza al dueño del bar Waikiki en Avalon, la capital,  y con ella enterraron también la posibilidad de celebrar más carreras. Zurraron al tipo equivocado, el dueño del bar  era  también el alcalde. 

Pero durante los años que duró el Catalina GP este se convirtió en la cita más potente en el calendario de carreras de la costa oeste. Avalado por el AMA se le otorgó la máxima categoría de Grand Prix, y para homologar la carrera con ese status esta debía de discurrir por lo menos por un tramo de asfalto. Y como las principales vías de comunicación de la isla eran pistas de tierra y senderos, hubo que buscarlo en las calles de Avalon y en el club de golf.  Aunque los muchos dólares que se quedaban en la isla ayudaron en parte a ir asfaltando las pistas. Aun así la mayor parte del circuito de 6 millas era puro off-road y todas las motos que competían eran Scramblers, con presencia de todas las marcas británicas como Triumph, Royal Enfield, BSA, Ariel, Matchless y la local Harley Davidson.



En Catalina y durante un intenso fin de semana no se paraba de correr. Había diferentes categorías y diferentes trazados  para contentar a los numerosos pilotos que acudían a este particular GP.  Estos venían de toda la costa oeste norteamericana y de California en particular. La cercanía con Hollywood hizo que también algunos actores probaran suerte en la isla. En Catalina se corría por el mero placer de competir, no había premios en metálico, y sólo un puñado de pilotos corrían patrocinados. El tope de inscritos estaba en 300 y ante la avalancha de inscripciones un comité se encargaba de seleccionarlos. Muchos aprovechaban la ocasión y participaban en los dos días, en la carrera de las 60 millas el sábado y en la de las 100 el domingo. 





La repercusión internacional que fue adquiriendo el Catalina GP fue aumentando año tras año. Tanta que Yamaha eligió esta isla en 1958 para disputar su primera carrera fuera de Japón. Era la primera aparición de una Yamaha en Norteamérica y con el mísmísimo presidente Kawakami al frente se presentaron con un equipo de cinco racers de 250cc y dos tiempos. Cuatro YD fueron para pilotos locales y la quinta para el campeón japonés Fumio Ito (arriba). Sólo él pudo acabar la carrera en un honroso sexto puesto. 

El año del debut de Yamaha en la Isla también fue el último. No hubo más carreras en la isla (aunque en 2010 se organizaron nuevas carreras que luego no tuvieron continuidad), una lástima que se truncara una carrera que empezaba a generar una inercia muy interesante. Ya nunca sabremos lo que hubiese ocurrido si el alcalde en vez de un bar hubiese regentado una panadería. 



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